viernes, 28 de enero de 2011

Adivina, adivinanza...

Dentro de dos semanas voy a hablar de un monumento emblemático de nuestra ciudad. Pero quiero darle un toque de misterio. Está en mi mente hacer algo muy especial para ese artículo. Así que me he dicho: “vamos a hacer pensar un poco a nuestros lectores, vamos a hacer que busquen e indaguen”.
Siempre me han gustado los juegos, así que en esta última semana de enero os propongo una adivinanza. Os voy a redactar unas pistas y a través de ellas tenéis que hallar el edificio tan importante que se esconde tras ellas y del que escribiré en quince días. Contestadme, si lo adivináis, a través de los comentarios que podéis dejar justo debajo del post. Buena suerte.

-Es uno de los escasos ejemplos de arquitectura almohade que existen en nuestro país.

-Cuenta con diversas zonas ajardinadas.

-Ejercía como fortaleza-palacio.

-Se encuentra en el ángulo suroeste de la muralla que rodeaba la ciudad.

-Es considerado Bien de interés cultural.

-Palacio Villavicencio.

-Cuenta con un juego de lentes que permite ver a tiempo real todo lo que ocurre en las cercanías de este lugar.

Espero vuestras respuestas.

lunes, 24 de enero de 2011

Un ejemplo de soliloquio

"La Vida es Sueño", la magnífica obra teatral de Calderón de la Barca, no deja indiferente a nadie, sobretodo tras la recitación de dos de los mejores soliloquios que ha dado el género lírico en nuestro país. Ahí va el ejemplo.



"Que toda la vida es sueño y los sueños sueños son".

viernes, 21 de enero de 2011

Nocturna Porvera

A los cinco años, el poeta sevillano Antonio Machado entró, junto con su hermano Manuel, en el colegio de D. Antonio Sánchez, en la capital andaluza. En su poema “Recuerdo Infantil”, plasmó sus años de infancia colegial:

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales. […]
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano […]

De ser Antonio Machado un chiquillo jerezano de 1880, teniendo que ir a la escuela en aquellos años, a la calle a donde debería dirigirse sería, sin duda, la calle Porvera. Calle jerezanísima, en la que se encontraban las escuelas del viejo Jerez. En la finca donde se erige, actualmente, la delegación de la ONCE, en la calle Gaitán, hasta 1977, se situaba el colegio de los Marianistas, desde que en 1888, llegara la congregación a hacerse cargo del Colegio de Humanidades de la Plaza del Mercado. La centenaria Escuela de San José, donde desde 1911 llevan realizando los Hermanos de las Escuelas Cristianas una intensa labor educativa entre las familias modestas de la ciudad. Dicho inmueble fue en el pasado “Casa de los Diezmos”, lugar donde se recogían las contribuciones de diezmos y primicias que los agricultores otorgaban a la Iglesia para su sostenimiento. O la escuela que se encontraba en la calle del mismo nombre, que desde el siglo XVI era la única que se encontraba en la antigua ciudad.

Posiblemente, la calle Porvera sea una de las pocas de las que los jerezanos conocen el motivo de su nomenclatura. En efecto, las gentes de Jerez solían decir: “la calle que va por la vera de la muralla”. Calle que conoció los nombres de Duque de Victoria, Sagasta y Marqués de Casa Arizón. El trozo que va de Chancillería al cruce con Ancha se llamó Victoria, debido a la Iglesia y convento situados en ese tramo de calle. La Iglesia de la Victoria fue construida, en el año 1639, según reza en una placa en su fachada de Porvera, como templo del convento de San Francisco de Paula, fundado un siglo atrás por los Padres Mínimos, del que aún se conserva su magnífico claustro, hoy patio interior de la Escuela de Artes, construido entre 1612 y 1636.

En la esquina con calle Chancillería podemos ver un trozo de lienzo de muralla y un torreón, ambos reconstruidos hace escasas décadas, que formaron parte de la antigua Puerta Nueva de la ciudad. En este lugar existió, desde principios del siglo XVIII, una capillita en la que se veneraba una imagen de Jesús Nazareno. La mencionada capilla fue cerrada en 1840 y derribada, junto con la Puerta del recinto murado.

Sin duda, de haber sido Antonio Machado jerezano, habría dedicado algún que otro magnífico verso a la gran metáfora visual que representa la calle Porvera, una calle que, gracias a sus jacarandas, presume de un aspecto siempre nocturno y mágico, que adormece a quien osa recorrérsela de arriba y abajo a media tarde.

jueves, 13 de enero de 2011

Una mañana en la Plaza con mi abuela

“Era una mañana soleada de primavera, ni menos de las 9 ni más de las 10. Por la puerta principal del Convento de San Francisco salía una abuela de pelo canoso y baja estatura con su pequeño nieto a su lado. Él sintiéndose parte de un mundo inmenso y por descubrir no quitaba ojo de todo aquello que veía mientras seguía recitando en su cabeza las oraciones que acababa de rezar a las imágenes de San Francisco, San Antonio y San Judas. Se nota que quiere mucho a su abuela, le aprieta fuertemente de la mano, dando mucha importancia a todo lo que esa prudente, pero inteligente anciana le cuenta.

-¿A dónde vamos ahora abuela?
- Tenemos que ir a comprar lechuga y tomate para hacer una ensalada, acedías para freir y unos camarones para hacer una tortilla. ¿Ahora sabes a dónde?
- Sí, a la Plaza.

Volvieron la esquina y se mezclaron entre un mar de gente que ataviada con bolsas y carros se dirigían hacia un enorme edificio de fachadas de piedras adornadas con cerámica vidriada.
- ¿Sabes por qué se llama esta plaza Esteve?- preguntó la señora al pequeño.
- No...- dijo el nieto casi con vergüenza por no conocer la respuesta.
- Pues se llama así porque el mercado lo contruyó José Esteve hace ya más de 100 años, es uno de los más antiguos de la provincia.
- Pues los franciscanos tienen mucha suerte porque se caen de la cama, abuela, y ya pueden venir a comprar.
Su abuela esbozó una gran sonrisa y respondió:
- Es que antes todo este terreno era de los frailes, chico, pero un tal Mendizábal se lo quitó para construir el Mercado Central de Abastos.

Pronto cruzaron las antiguas puertas de rejas de hierro del mercado y pudieron reconocer diferentes aromas: pescados fresco, frutas endulzadas, verduras de todo tipo y carne de animal 'viudo', como decía la abuela.
-¿Cuántos puesto hay abuela?
- Pues debe haber unos 100, sobretodo de frutas y hortalizas y de pescado. Mira por esa puerta se baja a las cámaras frigoríficas donde se pone la comida para que no se estropee de un día para otro.
- Tienen caras de cansados los dependientes.
- Claro Paco Antonio, ten en cuenta que antes de estar aquí tienen que ir a comprar los productos a Mercajerez, a recoger las verduras a las huertas o a Sanlúcar por el pescado. Y eso lo hacen muy muy temprano.

Aquel pequeño, que no espera llegar a casa con alguna araña o serpiente de plástico comprada en la juguetería, ya se ha hecho mayor y sigue recordando aquellas mañanas en la vieja plaza, sigue sintiendo muchas cosas cuando, años después, camina por ese mítico mercado y sigue queriendo muchísimo a su abuela Antonia.”

lunes, 10 de enero de 2011

La Magia en una Plaza

Será que la rutina ha entrado a paso agigantado de nuevo en el día a día de la vida, que es ahora cuando más echo atrás la mirada. Son muchos los recuerdos que guardo de estas últimas tres semanas, cargadas de alegría, de tristeza, de sueños, de añoranza, pero sobre todo, de niñez. Para mí la Navidad es una época del año tan mágica, que siempre me da la sensación de vivirla como si siguiera siendo niño. Quizás, por eso, si vuelvo la vista atrás, lo primero que se me viene a la mente es el día de Reyes. El día de la ilusión, el día de la infancia. Ya en el hermoso preámbulo de la cabalgata, se nos sugiere que esa noche y la mañana que le siguen van a ser de ensueño.

Este año, tuve la oportunidad de disfrutar de la misma en compañía de unos grandes amigos en la Plaza de las Angustias, y a pesar de que todos hemos entrado ya en los veintitantos, no había un solo caramelo de nuestra parte de acera que no acabara en nuestra bolsa. Y allí estábamos, como si fuéramos niños, esperando que cada carroza del cuerpo de la cabalgata fuera más bonita y espectacular que la anterior, y a ser posible que sus integrantes tiraran más caramelos que sus predecesores. Para colmo, entre carroza y carroza, no salíamos de nuestro asombro al contemplar que gaitas, trompetas, tambores, bongoes, y todo tipo de instrumentos y músicos servían para engrandecer la llegada de Sus Majestades: desde africanos con tambores de ritmos étnicos con el compás en las venas, hasta gaiteros de Murcia, que nos trasladaban, con sus acordes, a los Lagos de Covadonga, en los profundos adentros de Asturias. Mi sorpresa prácticamente era comparable a la de un recién nacido.

Sin embargo, a pesar de mi deleite, hubo algo que me resultó extraño y a la vez inquietante, como la maravilla de la Cabalgata casaba plenamente con el maravilloso entorno que la rodeaba. Esa plaza, esas palmeras, ese obelisco en su centro que recuerda al aviador Juan Manuel Durán González, tripulante fallecido en el primer vuelo transatlántico, esa recoleta Capilla de las Angustias, esa desconocida Iglesia de la Trinidad, esa remodelada arquitectura de Fernando de la Cuadra e Irízar,… y todo repleto de caramelos, colores, música e ilusión. Una ocasión mágica para encontrarme en la Plaza de las Angustias…