viernes, 29 de abril de 2011

"Madera de Viernes Santo", crónica del Miércoles Santo

“¡Pararlo! ¡Pararlo, pararlo, siquiera un momento!”

Empezaba así una de las saetas que resonaron aquella soleada tarde de Miércoles Santo en la calle Naranjas al Cristo de la Flagelación, interpretada por un devoto asomado a un balcón.

Cuántas cosas habríamos parado aquel día. Cuántas cosas habríamos eternizado para que no acabaran nunca. Yo habría detenido el tiempo en Miércoles Santo sólo de haber sabido que sería el Viernes Santo de esta pasada Semana Santa. Habría detenido el compás flamenco de las saetas al Prendimiento que rasgaron las encaladas paredes de la calle Ancha. Habría ralentizado el momento en el Tomás Sampalo llamaba al llamador del palio de los Dolores, en su recogida en San Lucas, diciendo que “hace media hora que ya es Jueves Santo; esta entrada va por Pepe Antonio; en el cielo hay un palermo que nos dice que nos recojamos que ya es Jueves Santo; va por Pepe Antonio González de la Peña.”, para que fuera incesante el viaje al cielo de una cuadrilla de costaleros. Me habría suspendido cual faldón del paso de misterio del Soberano Poder al ondear con un valiente andar de izquierdo por delante en la Alameda Cristina al saludar al Nazareno. Habría cesado por completo los sones de la Banda Municipal de Ubrique con tal de que no despertaran a Jesús en su sueño eterno de gloria y sosiego, descendido, apagado, amortajado, dormido en su camilla de oro que es su paso del Traslado al Sepulcro de la Hermandad de Santa Marta. Le habría dicho al tiempo esperara tan sólo un momento, para así dejarme ser pañuelo y secarle las lágrimas a la Virgen del Consuelo, cuando pasa frente a la Soledad de Loreto.

Tantas y tantas cosas pararía yo ahora. Tanta pena se me viene a los ojos al ver a una chiquilla a miércoles de Pascua, cual Domingo de Ramos, corretear por los palcos de Cristina, ahora desangelados y desmontados, con un papelito en su manita, cual horario de Semana Santa.

Quién nos iba a decir que viviríamos un Miércoles Santo pensando que se acabaría todo, pensando en que fuera un Viernes Santo. Sucedió que Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder, exaltó con su divina gracia nuevamente a su barrio de La Granja como hace La Exaltación de las Viñas. La Virgencita del Pelirón, solita en su paso, se asemejaba a la Soledad del Viernes Santo, a la Madre que vela por los cielos, a la Virgen de Loreto. Ver procesionar al Señor de Jerez, al Nazareno Caído de la Salud en las Tres Caídas, además de sobrecogernos, también nos recordó que el Viernes procesiona el Señor del Pueblo, el Padre que mira al cielo, el Hijo de Dios en cruz de plata, el Cristo. Flagelación y Descendimiento, misterios por excelencia de nuestra ciudad. El Prendimiento, Hermandad con la que agoniza todo Santiago con solo ver mecer su olivo y escuchar las bellotas del palio de su bendita Madre del Desamparo. Patrocinio y Concepción, Consuelo y Loreto, Amargura y Soledad, Desamparo y Valle, Dolores y Piedad…

Quién nos iba a decir que un Miércoles Santo pudiera ser un Viernes Santo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario