sábado, 30 de abril de 2011

“Una cita con la historia”, crónica del Santo Entierro Magno de Sanlúcar de Barrameda

El pasado Sábado Santo la vecina y hermana ciudad de Sanlúcar de Barrameda tenía una cita con la historia, su cultura y su gente. El trabajo de casi un año debía ser consumado en sólo una tarde, en muy pocas horas. Un Santo Entierro Magno es un Santo Entierro Magno: muchos detalles, mucho personal, mucha ilusión y muchas fuerzas. No quisieron que este esfuerzo realizado no hubiese servido para nada. Con el recuerdo de otros acontecimientos similares anteriores en otros lugares de nuestra provincia, como San Fernando (2010) o nuestra ciudad de Jerez de la Frontera (2000) ellos echaron el resto. Saldrían todos los pasos de misterio, acompañados por unos treinta nazarenos (con sus túnicas correspondientes) y con la Centuria de la Macarena abriendo musical y magistralmente el cortejo. Decidir procesionar en una tarde que no invitaba a ello ni mucho menos no se le ocurre a cualquiera. Eso es quizás lo más importante y crucial que pude comprobar aquella tarde gris: la ilusión de todos los allí presentes. Ni siquiera algunos momentos en los que caía el desdichado “chirimiri” hizo que esta procesión cambiase el estilo serio, estricto y perfectamente estructurado con el que llevaba toda la tarde deslumbrando al público asistente.

Catorce eran los pasos que pudimos ver desfilar, desde la Entrada Triunfal a Jerusalén hasta la Virgen, en palio, de la Soledad (titular del Santo Entierro). Nosotros tuvimos la suerte de alquilar unas sillas y poder verlo tranquilamente en la calle San Juan. Me sorprendieron varias cosas de aquel acto tan interesante: el abrir la procesión con la Cruz de Guía, en paso, de la Hermandad de las Cinco Llagas (Santo Entierro), la forma de los misterios (más altos y más estrechos), el cincho (es la forma tradicional de cargar en esta ciudad, aunque ya sólo un par de Hermandades lo conservan), una carrera oficial dividida en dos partes, algunos Cristos y Vírgenes de auténtico valor histórico y sentimental, el gran público de jerezanos que asistió al acto y la compostura que tal evento requería.

Como hemos dicho antes hubo problemas con la lluvia, de hecho se retrasó en más de una hora la salida de las cofradías, pero tal acontecimiento obligaba a llevarse a cabo. Económicamente, socialmente y religiosamente los vecinos de Sanlúcar debían cumplir con lo prometido. Ninguna de las corporaciones nazarenas se negó a salir a la calle y miren que en el cielo sólo había nubes. Eso dice mucho de las ganas y la ilusión que tenían depositadas en esta fiesta. Más de uno se alegró de que, con más o menos prisa, todo se ajustase a lo que se predijo en un principio. Las calles llenas, los bares repletos y las sillas ocupadas, eso también es una Magna y es verdaderamente lo más complicado de dirigir. Recuerdo, en una reunión previa a la Procesión Magna de la ciudad isleña de San Fernando, como Julián Azcutia (antiguo miembro de la Unión de Hermandades) hacía especial mención en estos aspectos. Quizás en esa reunión estuvieron más de uno de los que hicieron posible que el pasado sábado en esta próxima ciudad en la que el Guadalquivir pierde su nombre se vivieran unos momentos mágicos. Como dice mi hermana, estudiante de filología francesa, chapeau.

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