lunes, 10 de enero de 2011

La Magia en una Plaza

Será que la rutina ha entrado a paso agigantado de nuevo en el día a día de la vida, que es ahora cuando más echo atrás la mirada. Son muchos los recuerdos que guardo de estas últimas tres semanas, cargadas de alegría, de tristeza, de sueños, de añoranza, pero sobre todo, de niñez. Para mí la Navidad es una época del año tan mágica, que siempre me da la sensación de vivirla como si siguiera siendo niño. Quizás, por eso, si vuelvo la vista atrás, lo primero que se me viene a la mente es el día de Reyes. El día de la ilusión, el día de la infancia. Ya en el hermoso preámbulo de la cabalgata, se nos sugiere que esa noche y la mañana que le siguen van a ser de ensueño.

Este año, tuve la oportunidad de disfrutar de la misma en compañía de unos grandes amigos en la Plaza de las Angustias, y a pesar de que todos hemos entrado ya en los veintitantos, no había un solo caramelo de nuestra parte de acera que no acabara en nuestra bolsa. Y allí estábamos, como si fuéramos niños, esperando que cada carroza del cuerpo de la cabalgata fuera más bonita y espectacular que la anterior, y a ser posible que sus integrantes tiraran más caramelos que sus predecesores. Para colmo, entre carroza y carroza, no salíamos de nuestro asombro al contemplar que gaitas, trompetas, tambores, bongoes, y todo tipo de instrumentos y músicos servían para engrandecer la llegada de Sus Majestades: desde africanos con tambores de ritmos étnicos con el compás en las venas, hasta gaiteros de Murcia, que nos trasladaban, con sus acordes, a los Lagos de Covadonga, en los profundos adentros de Asturias. Mi sorpresa prácticamente era comparable a la de un recién nacido.

Sin embargo, a pesar de mi deleite, hubo algo que me resultó extraño y a la vez inquietante, como la maravilla de la Cabalgata casaba plenamente con el maravilloso entorno que la rodeaba. Esa plaza, esas palmeras, ese obelisco en su centro que recuerda al aviador Juan Manuel Durán González, tripulante fallecido en el primer vuelo transatlántico, esa recoleta Capilla de las Angustias, esa desconocida Iglesia de la Trinidad, esa remodelada arquitectura de Fernando de la Cuadra e Irízar,… y todo repleto de caramelos, colores, música e ilusión. Una ocasión mágica para encontrarme en la Plaza de las Angustias…

1 comentario:

  1. Muy bueno Selu, me entran ganas de haber estado en las angustias con solo leerlo. Enorme escritor a ver si te lees algo de mi blog a ver que te parece. Un cordial saludo tu amigo y amigo spiderman

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