lunes, 21 de febrero de 2011

La respuesta, Alcázar

He de confesar que tras estos largos años de lucha ya había perdido la esperanza. Han sido muchas lunas fuera de casa, alejados de mi esposa y de mis hijos. Calculo que mi primogénito ya habrá cumplido la década y el pequeño, al que aún no conozco, sabrá decir “papá”. Esta campaña para vencer a los musulmanes nos había llevado de un lugar a otro, de una batalla a otra, hasta que llegamos a esta ciudad con muralla impenetrable de 4 kilómetros. Jerez me sorprendió mucho, cuentan que ocupa unas 46 hectáreas y acoge a una población de 16.000 personas... también dicen que quien gobierne este territorio dará un paso muy importante en ganar esta maldita guerra. La llaman la revuelta de los mudéjares, yo la llamo de otra manera. Pero hoy es un día de gozo, dicen que será recordado por las generaciones futuras. Mi señor, Alfonso X Rey de Castilla, al que algunos llaman “el Sabio”, ha doblegado al ejercito de Alá y cruza majestuoso junto a su hueste la puerta del Alcázar. Durante estos años me he enterado que alcázar, procede del árabe, al-qasr y es la sede del poder político y militar de la ciudad. La entrada a la fortaleza-palacio es como todas las islámicas, con ingreso en recodo. A través de un monumental arco de herradura, se entra en un espacio cubierto por un bóveda vaída. 1264 es el año especial que nos contempla. Alcanzamos el patio al que llamaremos de arma, aquí instruiremos y ejercitaremos a la guarnición. El interior es impresionante, los amplios jardines tienen la estética clara de al-Andalus. Ahí está la puerta del campo, que al comunicar con el exterior presenta algunos problemas defensivos y es por eso su estrechez, la altura de las bóvedas y su triple recodo. Allí los baños, que según cuentan tienen tres salas, una caliente, una templada y una fría. Más allá hay un gran pabellón de descanso con planta cuadrada cubierta por cúpula octogonal sobre trompas con dos alcobas laterales. El punto más alto es la llamada Torre Octogonal, la atalaya para vigilar y controlar el entorno. Pero no hemos entrado aquí para ver los misterios de la arquitectura islámica, no. Caminamos hacia un pequeño y antiguo oratorio, ellos lo llaman mezquita. Veo, como bien me dijeron, el alminar, que es la torre desde donde se hace la llamada a la oración. Veo también el patio de las abluciones con una pila en el centro. Junto al mihrab, que es el pequeño nicho abierto en el muro de la kibla y que señala a los fieles la dirección sagrada a la Meca, está mi Rey dedicando unas bellas cantigas a Santa María que será la titular de esta nueva iglesia.

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